Artículo de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús (periódico diocesano, 18 de julio de 2010)
En estos días, los senadores han aprobado el “matrimonio homosexual” poniéndolo como equivalente al matrimonio heterosexual. El clima, habiéndose enrarecido por distintas razones, ha concluido con esta aberración positivista. ¿Quiénes han ganado y quiénes han perdido?
Pienso que, objetivamente, todos. La sociedad ha perdido. Habiendo ganado una “batalla” se ha perdido en la verdad y en el juicio, precipitándose vertiginosamente en una nueva modalidad, sin precedentes, hacia una “nueva sociedad”, hacia un camino, superficialmente se dice, de madurez democrática, civil, imponiendo el interés de una minoría al de la mayoría.
Ya veremos las consecuencias. No me gusta ser profeta ni agorero de calamidades, pero si fuéramos sinceros, reconoceríamos que hemos perdido todos.
Se ha usado un lenguaje muy procaz, grosero y superficial. Se ha planteado el tema como una puja de poderes, como si eso fuera lo más importante. Los medios han contribuido parcialmente, con una intencionalidad muy abierta y disolvente.
Nadie se hará cargo de lo que estoy diciendo, pero la realidad lo va a mostrar.
Nadie excluye la opción particular de la orientación sexual. Nadie juzga a ninguna persona por su opción. Los temas de la herencia y de los servicios sociales, pueden ser garantizados por otras vías, nadie lo ha negado.
Nadie excluye la opción particular de la orientación sexual. Nadie juzga a ninguna persona por su opción. Los temas de la herencia y de los servicios sociales, pueden ser garantizados por otras vías, nadie lo ha negado.
Se ha hipotecado el presente y el futuro de nuestras familias argentinas.
Se ha declarado y se enseña a los jóvenes a que cualquier orientación sexual es lo mismo y se ha eliminado la diferenciación sexual, reduciendo lo natural a la mera experiencia de lo positivo, de lo cultural, de lo relativo.
Se ha declarado y se enseña a los jóvenes a que cualquier orientación sexual es lo mismo y se ha eliminado la diferenciación sexual, reduciendo lo natural a la mera experiencia de lo positivo, de lo cultural, de lo relativo.
¿Qué se le va a enseñar a los pequeños? ¿Cómo se los va a educar? Se los ha llevado a una verdadera desprotección. Se ha eliminado el derecho natural del ser hombre y del ser mujer. No quisiera estar en el pellejo de aquellos legisladores que se han dejado presionar y de los otros que se han retirado del recinto, vaya uno a saber las razones…
Se ignoró el derecho natural. Se asumió como criterio el relativismo. Todo, pero todo, está permitido democráticamente.
Habrá que permitir que un padre se case con su hija. Qué un tío se case con su sobrina o mejor aún, que un tío se case con su sobrino y que un padre se case con su hijo, para quitar de cuajo toda definición y todo impedimento, ya que estos “discriminan”.
Pobre país, hemos perdido todos.
Pobre país, hemos perdido todos.
Se ha endilgado a la Iglesia Católica su responsabilidad de ser oscurantista e inquisidora. No es verdad. La verdad se vive y se ofrece, no se impone. Pero tampoco se la manipula.
Todos hemos perdido.
Todos hemos perdido.
El buen Dios nos siga iluminando y nos haga vivir estos desafíos, purificándonos y llevándonos a vivir de convicciones, de una formación y de una educación, que no deberá dar lugar a ningún tipo de duda.
El Dios de la esperanza nos seguirá hablando a cada uno y a todos. Por más que haya papeles y permisos la verdad no se tapará jamás. Para unos, para otros y para todos. Y ningún sector, incluido nosotros, tiene el monopolio de la verdad. Pero la verdad no es relativa y ella es lo que es. La objetividad es la garantía del bien obrar.
El Santo Padre Benedicto XVI dice que la promoción de la verdad moral en la vida pública requiere un esfuerzo constante para fundamentar la ley positiva sobre los principios éticos de la ley natural. Referirse a ella fue considerado en el pasado algo evidente, pero la onda del positivismo en la doctrina jurídica contemporánea exige una reafirmación de este axioma importante. Los individuos, las comunidades y los estados sin la guía de verdades morales objetivas, serían egoístas y sin escrúpulos, y el mundo sería un lugar peligroso para vivir (a las autoridades civiles y diplomáticas, Chipre, 5 de junio de 2010).
Finalizo diciendo con la alegría que nos da el Señor: no tengan miedo, yo he vencido el mundo. Yo estoy con ustedes siempre. Que la Virgen nuestra Señora de la Asunción nos proteja y nos ayude a vivir como testigos convencidos y con entusiasmo nuestras próximas fiestas patronales diocesanas.
Mons. Rubén O. Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Avellaneda, 18 de julio de 2010
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