domingo, 31 de octubre de 2010

31° DOMINGO DURANTE EL AÑO


ZAQUEO
LUCAS 19, 1-10

En el marco de una sociedad teocrática como la de Israel, invadida por una nación extranjera y obligada a pagar pesadísimos impuestos, la figura del “recaudador” era símbolo de renegado y mercenario al servicio del poder de Roma. Zaqueo, presentado como “jefe de los recaudadores y muy rico”, polariza en su persona todos los enojos de la sociedad de Israel.

Por eso, se recalca que era de “baja estatura”; no tenía la adecuada altura no sólo física sino religiosa y moral, para poder ver a Jesús. Con todo, “quería ver quién era Jesús, pero no podía hacerlo a causa de la multitud”. Zaqueo “se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro (símbolo de Israel, del que había sido excomulgado) para verlo, porque Jesús iba a pasar por allí”.
El texto prosigue: “Cuando Jesús llegó a aquel lugar, levantó los ojos”.

Zaqueo se ha encaramado a la institución judía (la higuera), convencido de que desde ahí podrá ver a Jesús, a quien él identifica con todo lo bueno y mejor de la sociedad religiosa de la cual se ha automarginado por intereses personales. Atento a la cercanía de Jesús, quiso “verlo” y… ¡fue visto por Él! Y como para Jesús la institución judía ya ha dejado de ser un lugar santo y adecuado (de hecho está subiendo a Jerusalén para enfrentarse con ella), le dice: “Zaqueo, baja enseguida, que tengo hoy que alojarme en tu casa”. Jesús contrapone “el lugar, el sicómoro” a “la casa”. Empieza a vislumbrarse la futura casa de la comunidad de salvados provenientes de la marginación, de quienes Zaqueo es figura representativa en el Evangelio.

“El bajó enseguida y lo recibió muy contento”. Baja de la higuera en seguida; o sea, se aleja de la institución, da un cambio, un viraje, sin demora. “La alegría” es señal, aquí, de estar en línea con el proyecto de Dios sobre el hombre. La presencia de Jesús conlleva siempre alegría en la comunidad que lo acoge. Jesús ha dado un paso más en su proyecto liberador.

La historia, se repite. “Al ver aquello murmuraban todos: Ha entrado a hospedarse a la casa de un pecador”. Quienes critican no comprenden el proyecto liberador de Jesús. Les importa más la observancia de la Ley que las personas. Recordemos que los israelitas tenían prohibido entrar en casa de pecadores y comer con ellos; si lo hacían quedaban impuros. No es la primera vez que se lo echan en cara a Jesús. Si en las otras ocasiones eran los fariseos y letrados quienes murmuraban, en ésta son “todos”, sin precisiones.

Zaqueo se puso en pie y le dijo al Señor: “la mitad de mis bienes, Señor, se los doy a los pobres, y si alguien le he estafado, se lo restituiré cuatro veces”. Su decisión sobrepasa con mucho lo que estaba prescripto en el Levítico 5, 20-26 para reparar un fraude. Zaqueo está dispuesto a luchar por una sociedad más justa, él que era símbolo personificado de la injusticia. El superrico y estafador, que se había vendido hasta ahora por dinero, está dispuesto de servirse del “injusto dinero” para ganarse a los pobres. Ha entrado en la dinámica del Reino. He aquí la verdadera conversión: usar bien el dinero y ponerlo al servicio de la causa. También desde el sistema hay quienes promueven la justicia. Por eso, la Buena Noticia no puede negarse a nadie. Zaqueo se convierte y es signo esperanzado de una nueva sociedad.

Todos los que promueven la justicia están salvados. “Jesús le contestó: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abraham”. Jesús no le propone renunciar a todos los bienes ni le invita a seguirle para hacerse discípulo suyo, como había hecho con el recaudador Leví (5, 25) y con el magistrado rico (18, 22). Por un lado subraya que la salvación ya es un hecho en la comunidad representada por Zaqueo (eso es lo que significa ese “hoy” repetido dos veces en el relato). Por otro, Zaqueo es restituido al linaje universal de Abraham de cual había sido excluido, él también pertenece a los elegidos de Dios.

La última frase: “Porque este Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo”, es clave para comprender quién es Jesús y qué tipo de Mesías es, Jesús, el Hombre, que viene a buscar al hombre con el fin de salvarlo de la situación de autodestrucción en el que él mismo se había sumergido.

Jesús llama a todos, el dinero es un signo fundamental de conversión; los pobres son un punto central para Jesús. El hecho central está ahí delante, y caliente: un hombre duro que ha dado un giro de ciento ochenta grados a su vida en el transcurso de un encuentro con Jesús. Hecho sorprendente. Se ve que hablaron cara a cara, persona a persona, una conversación en que cada uno en que cada uno se dio por entero al otro. Y pasó lo que pasa siempre que la fe lleva en su entraña una fuerza explosiva de cambio; que Jesús es un compañero dinámico, crítico y creativo; que estar con Dios de Verdad no es un acto de cortesía, sino que levanta la piel y las entrañas; que la oración mete dinamita dentro del cuerpo; que quien trata frecuentemente con Dios, cara a cara, se encuentra con consecuencias imprevisibles… Esto es lo que pasa, y hay que hacer la prueba, y gritárselo luego a todos. Cuando la suerte estaba echada; cuando los cálculos hacían prever el futuro y el final; cuando los cauces estan marcados; entonces, precisamente, ocurre lo imprevisible: una energía interior que explota, unos muros que se caen, unos límites que quedan rotos, un horizonte sin frontera y un cambio nuevo, el giro total de una vida…

¿Qué fue de Zaqueo después? ¿Qué rumbo tomó aquel hombre acostumbrado al negocio sucio? ¿A dónde se orientó aquel hombre mal visto por unos y mirado como traidor por otros? He aquí, un hombre cambiado que ha encontrado su identidad y su felicidad, un horizonte nuevo ante sus ojos y él caminando erguido, unos valores nuevos que le hierven en el corazón.

Muchos cristianos, se sienten molestos por la “moda” que ha entrado en la Iglesia de hablar tanto de los pobres. No entienden que el Evangelio pueda ser Buena Noticia sólo para ellos, y por lo tanto, sólo pueda ser escuchado por los ricos como amenaza a sus intereses y como interpelación a su riqueza. Les parece que todo esto no es sino demagogia barata, ideología ilegítima del Evangelio y, en definitiva, hacer política. Pero vamos a ver, ¿no acogió Jesús a pobres y ricos con el mismo amor? Ciertamente Jesús se acerca a todos ofreciendo la salvación. Pero no de la misma manera. A los ricos se les acerca para “salvarlos”, antes que nada, de sus riquezas. Al rico no se le ofrece otro camino de salvación que compartir lo que posee con los que lo necesitan. Es la única inversión cristianamente rentable que puede hacer con sus bienes. No sirve decir ingenuamente que hay una igualdad de oportunidades en nuestra sociedad y que el éxito es para los que lo ganan. El rico sólo puede recibir ayuda cuando reconoce su propia pobreza y está dispuesto a entrar (como Zaqueo) en la comunidad de los pobres. Este es el camino de salvación que se le ofrece.

Son numerosas las personas creyentes también, que dirigen sus principales energías a tener, acumular, una posición, un seguro de vida, una buena imagen, un nombre, un hogar confortable, unas vacaciones seguras, una cuenta corriente, un bienestar seguro. Empujados por la obsesión del poseer, tienden a extender su necesidad de propiedad a todos los ámbitos de la vida. Si fueran unos pocos, serían considerados como personas enfermas e inmaduras; pero al ser la mayoría, su conducta se nos presenta, sorpresivamente como normal y hasta envidiable. Y sin embargo, son hombres y mujeres “bajos de estatura”. Su identidad y seguridad personal se sostiene en algo exterior a ellos mismos que les pueda ser arrebatado.

Es una lección Zaqueo, un hombre con una posición social en Jericó, rico propietario, jefe de recaudadores, pero “bajo de estatura” en todo su vivir. Zaqueo sabe reaccionar y dar un giro nuevo a su vida. Busca algo diferente. Siente la necesidad de un encontrarse con Jesús, acoge su mensaje y toma la única decisión que le puede salvar.

El relato de Zaqueo es una página ejemplar del actuar evangélico. Es la denuncia de todo tipo de sectarismo, por un lado y de discernimiento por otro. Jesús hace lo que cree que debe hacer, por encima de críticas y murmuraciones. Y Zaqueo es “pescado” con sensibilidad exquisita. El que “quería ver”, fue visto. La curiosidad y la admiración desencadenan un proceso de discernimiento y cambio radical. Zaqueo al sentirse apreciado y tratado con normalidad, descubre que puede “elevar su estatura” y se reencuentra con la alegría de vivir.

“Este Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo”. A ejemplo de Jesús, sólo una Iglesia convencida de ser pobre puede anunciar el Evangelio a los ricos, porque no envidia ni desea sus riquezas, sólo una Iglesia comprensiva y sensible con el hombre y con la realidad humana puede eliminar de sí tanto la cobardía y la hipocresía como la agresividad y el resentimiento. La práctica normal de Jesús hospedarse en casa de personas despreciadas o de dudosa reputación y de comer con ellas fue uno de los hechos que más impresionó a sus conciudadanos. Significaba una oferta de paz, de confianza, de fraternidad. La comunión de mesa era comunión de vida.

¿A qué nos compromete hoy este estilo de Jesús? ¿No estamos llenos de prejuicios discriminatorios contra aquellos que no piensan como nosotros o que no son de los nuestros?

domingo, 24 de octubre de 2010

El Santo Rosario


La fuerza del Rosario


A lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario pone al demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de bendiciones a quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha seguido promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los pastorcillos de Fátima.

El Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las gracias de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su conducto, ya que fue por ella que nos llegó la salvación.

Todo cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya que requiere del empleo simultáneo de tres potencias de la persona: física, vocal y espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la mente.Rezar el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es una manera de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos.

El amor y la piedad no se cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque siempre contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los días, la Virgen nos llenará de gracias y nos ayudará a llegar al Cielo. María intercede por nosotros sus hijos y no nos deja de premiar con su ayuda.

Al rezarlo, recordamos con la mente y el corazón los misterios de la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de María: los gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. Nos metemos en las escenas evangélicas: Belén, Nazaret, Jerusalén, el huerto de los Olivos, el Calvario, María al pie de la cruz, Cristo resucitado, el Cielo, todo esto pasa por nuestra mente mientras nuestros labios oran.

30° DOMINGO DURANTE EL AÑO Lc 18, 9-14


La parábola del fariseo y del recaudador contrapone dos actitudes espirituales, dos maneras de orar, dos formas de creer y de relacionarse con Dios, una de las cuales es rechazada por Jesús mientras que la otra es ensalzada.

El fariseo, satisfecho de su condición de hombre pretendidamente “justo” no pide nada a Dios. Se presenta ante El “erguido”, muy seguro de sí mismo, colocando delante, a modo de escudo o defensa el cúmulo de sus buenas obras. Su acción de gracias es un monólogo de autocomplacencia. Es Dios quien le tendrá que estar agradecido por su fidelidad de hombre observante. No es como los demás hombres, forma clase aparte, confiesa los vicios de los otros y juzga severamente el comportamiento del recaudador, cumple con sus obligaciones religiosas y no tiene nada que achacarse. Piensa ganar la salvación con su propio esfuerzo.

El recaudador no tiene qué ofrecer a Dios, nada de qué vanagloriarse. Se coloca a distancia, inclinado y sin atreverse a levantar los ojos al cielo. Su oración es un reconocimiento de su condición de pecador. Siente la necesidad de la salvación y espera ser perdonado: dialoga con Dios. Su petición confiada obtendrá misericordia de Dios, mientras que la acción de gracias arrogante del fariseo, que cree que se lo merece todo por sus obras, será rechazada.la parábola es, ciertamente, paradójica y tanto escandalosa, porque los fariseos del tiempo de Jesús –como los de todos los tiempos-son personas piadosas y fieles cumplidoras de todo lo mandado por la ley de Dios. Lo que aquel hombre decía es verdad: no robaba, no cometía adulterio, ayunaba y pagaba el diezmo de todo lo que ganaba. ¿Por qué, entonces, Jesús lo ataca tan duramente afirmando que su oración de nada sirve y que no alcanza la justificación ante Dios? Jesús condena no un método de oración sino una actitud vital de hipocresía, orgullo y arrogancia que nos lleva a separar a las personas en clases, a vivir esclavos de una religión rígida, severa y legalista, a manipular a Dios y a creer que la salvación se gana con el propio esfuerzo.

Esta parábola, dirigida a todos los manipuladores de la religión, a los que entonces y ahora “presumen de ser hombres de bien y desprecian a los demás”, revela la espiritualidad del discípulo de Jesús, que reconoce su condición de pecador, su necesidad de ser salvado y confía en el amor/misericordia de Dios.

La parábola concluye afirmando que “a todo el que se ensalza será humillado y al que se humilla será ensalzado”. Es una constante de todo el Evangelio, una de las frases más repetidas. Alude la gratuidad de la salvación y a la necesidad de “comenzar desde abajo”, desde lo más profundo y real de nosotros mismos, desde aquello que nos avergüenza, desde lo que nos inclinamos a cubrir o a encubrir. Sólo así puede ver conversión y justificación. Sólo así podemos ser encumbrados a la dignidad de personas e hijos de Dios. Sólo así, desenmascarándonos y desnudándonos, podemos encontrarnos con nuestra verdadera y real imagen. Sólo así podemos descubrir el amor, la misericordia y la salvación de Dios.

Los fariseos de hoy

Hoy nadie quiere ser llamado fariseo, y con razón. Pero esto no prueba, desgraciadamente que los fariseos hayan desaparecido. Al contrario, si la parábola el fariseo y del recaudador, fue dirigida a “quienes teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”, quizá el auditorio haya crecido.

El fariseo de ayer y de hoy es esencialmente el mismo. Una persona satisfecha de sí misma y segura de su valer, una persona que se cree siempre con la razón; que piensa poseer en exclusiva la verdad y se sirve de ella para juzgar y condenar a los demás. El fariseo juzga, clasifica y condena. Él siempre está entre los que poseen la verdad y tienen las manos limpias.

El fariseo no cambia, no se arrepiente de nada, no se corrige. No se siente cómplice de ninguna injusticia. Por eso exige siempre a los demás cambiar y ser más justo. El fariseo piensa siempre que Dios está con él porque es observante, duro, trabajador, severo y nada se escapa a su control. Clasifica los muertos, las injusticias, la violencia, las personas… Quizá sea éste uno de los males más graves de nuestra sociedad y de nuestro cristianismo. Queremos cambiar las cosas, lograr una sociedad más humana y habitable, transformar la historia de los hombres y hacerla mejor, pero, ilusos de nosotros, pensamos cambiar la sociedad sin cambiar nosotros.

“¡Dios mío!, ten compasión de este pobre pecador”. Hoy nadie quiere oír hablar de sus pecados. El hombre actual ensaya toda clase de caminos imaginables para sacudirse de encima la culpa. Ya, difícilmente usamos la palabra “pecado”. Nos produce sonrisa o alergia, cuando no desazón. Hablamos más bien de “debilidades normales del ser humano”, cuando no “de fantasmas y cadenas” de una época oscurantista. Pero no es fácil suprimir la culpa. Y si uno trata de ahogarla en su interior, puede aparecer de muchas maneras bajo forma de angustia, inseguridad, tristeza, agresividad, descontento, insatisfacción, fracaso, soberbia.

La parábola del fariseo y el recaudador nos sigue recordando a todos el camino más sano y liberador también hoy. Lo primero es reconocer nuestro pecado, llamar las cosas por su nombre, confesarnos pecadores y saber arrepentirnos sin angustias ni remordimientos estériles. Hacer lo que hizo el recaudador: no ponernos máscara.

El remordimiento no es cristiano, por el contrario, mira al pasado, nos encierra obsesionadamente en la culpa y nos puede hundir en la angustia neurótica. El arrepentimiento cristiano, por el contrario, mira al futuro, se abre con confianza al perdón de Dios y genera ya la esperanza de una vida renovada. Muchas personas arrastran consigo el peso de una culpabilidad reprimida porque no conocen la experiencia gozosa del perdón de Dios. Unas, al abandonar el sacramento de la confesión se han quedado sin nada. Otras, no han llegado a descubrir todavía la actitud del recaudador. Para muchos, la alegría del perdón sigue siendo una dimensión, si no olvidada, sí poco practicada.

domingo, 17 de octubre de 2010

29° DOMINGO DURANTE EL AÑO

Parábola de la viuda y el juez
Lucas 18, 1-8

Con la parábola de la viuda y del juez Jesús vuelve a insistir en dos cosas:

1- la necesidad de orar siempre sin desanimarse: 2- la bondad y la justicia de Dios, que escucha el grito de los oprimidos.

La viuda, personificación y figura de la sociedad más desamparada entre los israelitas, simboliza la situación límite del pueblo que exige justicia a sus dirigentes, a pesar de que éstos se la hayan negado sistemáticamente. El juez injusto, que se mofa de la justicia, representa a los dirigentes. Este termina por hacer justicia, no porque le importe o crea en ella, sino para que dejen de molestarle de una vez. La insistencia de la viuda vence la resistencia del juez injusto.

Jesús se sirve de esta parábola para invitar a los discípulos a afrontar la situación presente. Si la suplica insistente de la viuda ha logrado que el juez dicte una sentencia justa a pesar, con cuánta más razón “Dios hará justicia a sus elegidos si le gritan dicta y noche”.

“Los elegidos” son el Israel mesiánico, el pueblo pobre que anhela la liberación y le sigue, sus apóstoles y discípulos, nosotros.
La parábola tiene un evidente trasfondo escatológico. Parece referirse a la situación de las primeras comunidades, ansiosas por la segunda venida de Jesucristo y en constante peligro de sucumbir en un medio hostil. Si bien las circunstancias históricas han cambiado, la injusticia sigue estando presente en nuestra sociedad. De esta forma el texto refleja la situación de los marginados y de la comunidad cristiana autentica en cualquier momento de la historia y tiene plena actualidad para hoy día.

“Gritar de día y de noche” es la oración de los oprimidos por el sistema injusto que claman por un cambio radical de las estructuras. Una lectura superficial de la parábola puede dar la impresión de que la oración es el grito de un ser humano, desesperado y falto de confianza en sí mismo, que no tiene más remedio que acudir a Dios para resolver sus conflictos. En la práctica, muchas veces procedemos así; pero no es ese el sentido de la parábola, que subraya la insistencia activa de la viuda por sacar adelante su asunto, a pesar del juez. La oración hace tomar conciencia de las propias posibilidades y de la acción liberadora de Dios en la historia, porque es la expresión de la fe. No hay fe, sin embargo, cuando se han roto los lazos con el sistema injusto o cuando se vive apegado a la propia convivencia. Jesús alaba a la fe de la viuda con deseos de justicia. Pero parece dudar que los suyos tengan esa fe, tanto ahora como en el futuro: “Cuando vuelva este Hijo de Hombre, ¿qué?, ¿va encontrar esa fe en la tierra?

La historia avanza, los sucesos transcurren de forma vertiginosa e inesperada, la cultura cambia, los sistemas políticos y económicos evolucionan y todos tenemos conciencia de que se está gestando una nueva humanidad…, pero ¿pervive esa fe con ansias de justicia en nosotros?
Desgraciadamente, no somos proclives a vincular fe y justicia. Si solemos unir fe y sacramentos, fe y actos de piedad, fe y religión… es necesario hacer ver que el corazón de la justicia de Dios está en la fe y que una fe sin justicia carece de entrañas, es fe muerta.

¿Para qué sirve orar?
En una sociedad donde se acepta como criterio casi único de valoración la eficacia y rendimiento no es extraño que surja la pregunta por la utilidad de la oración. ¿Para qué sirve rezar? Esta es la pregunta más común cuando se piensa en la oración. “hay que orar siempre y sin desanimarse”. Lo importante para nosotros es la acción, el esfuerzo, el trabajo, el compromiso, la programación, las estrategias, los resultados. Y, naturalmente, ante todo esto, la orar cuando tenemos tanto para hacer nos parece perder el tiempo. Quizás no nos atrevemos a decir tanto, pero el hecho es que la abandonamos, que la dejamos para el último momento y que no la hemos introducido en nuestro estilo y programa de vida. La oración cristiana es eficaz porque nos hace vivir con fe y confianza en el Padre y en solidaridad incondicional con los hermanos. La oración es eficaz porque nos hace más creyentes y más humanos. Abre los oídos de nuestro corazón para escuchar con más sinceridad a Dios. Va limpiando nuestros criterios, nuestra mentalidad y nuestra conducta de aquello que nos impide ser hermanos. Alienta nuestro vivir diario, reanima nuestra esperanza, fortalece nuestras ansias de justicia, alivia nuestro cansancio, ayuda a nuestra debilidad… quien dialoga constantemente con Dios y lo invoca “sin desanimarse” como nos dice Jesús, va descubriendo dónde está la verdadera eficacia de la oración y para qué sirve rezar. Sencillamente para vivir.

viernes, 15 de octubre de 2010

SANTA TERESA DE JESUS

La eficacia de la paciencia

Nada te turbe,Nada te espante,
Todo se pasa,Dios no se muda.
La pacienciaTodo lo alcanza;
Quien a Dios tiene Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
Al cielo sube,
Por nada te acongojes,
Nada te turbe.
A Jesucristo sigue
Con pecho grande,
Y, venga lo que venga,
Nada te espante
¿Ves la gloria del mundo
Es gloria vana;
Nada tiene de estable,
Todo se pasa.
Aspira a lo celeste
Que siempre dura; fiel rico en
misericordia.
Dios no se muda.
Ámala cual merece
Bondad inmensa;
Pero no hay amor fino
Sin la paciencia.
Confianza y fe viva
Mantenga el alma,
Que quien cree y espera
Todo lo alcanza.
Del infierno acosado
Aunque se viere,
Burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
Cruces, desgracias;
Siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.Id, pues,
bienes del mundo;
Id, dichas vanas;
Aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.

domingo, 10 de octubre de 2010

28°DOMINGO DURANTE EL AÑO


LOS DIEZ LEPROSOS
LUCAS 17, 11-19

En Israel la lepra era considerada como un castigo divino. De hecho la palabra original con que se denominaba la enfermedad de la lepra viene a significar “ser castigado por Dios”. Quienes contraían esta enfermedad eran vistos como personas “impuras”, tanto legal como religiosamente, y eran expulsados de la comunidad civil y del culto. Y así, los leprosos sufrían a la vez marginal moral, social y religiosa: vivían en lugares apartados, tenían estrictamente prohibido entrar en el pueblo, cuando iban por los caminos debían avisar para que nadie se les acercara, no podían participar en los actos de culto del pueblo, se les consideraba pecadores, etc.

En todo caso, si la curación se producía, un sacerdote tenía que comprobarla y certificar con su palabra que era cierta. Se creía y esperaba que con la llegada del Mesías, en la nueva sociedad por Él inaugurada, desapareciera la lepra. Por eso, las curaciones de leprosos hechas por Jesús anuncian que el reino de Dios ha llegado ya.

Lucas es el único evangelista que nos trae este relato de los diez leprosos. Pero, ¿Cuál es el mensaje que podemos descubrir en este texto evangélico?

El milagro es un signo palpable de la presencia liberadora de Dios y de la gratuidad de sus dones. El nos da la vida, la salud, las oportunidades, no porque seamos buenos, puros u observantes o para que se lo agradezcamos, sino porque nos quiere. Su amor es desinteresado, no busca nada a cambio.
La actitud de agradecimiento es, sin embargo, importante. No porque Dios necesite de él para darnos una mano, sino porque ser agradecidos es una actitud básica de la persona nueva, de la comunidad inaugurada por Jesús, que nos ayuda a ser rectamente humildes, a liberarnos y a vivir como hijos y no como siervos. De hecho, sólo el samaritano –el agradecido- descubre la novedad que Jesús trae y queda totalmente liberado. Los otros nueve quedan liberados de la lepra, pero continúan agarrados por la Ley y religiosidad que divide y discrimina. Hasta que no se den cuenta, como el samaritano, de que la única forma de evitar toda clase de “lepra” es liberarse de la Ley que divide el mundo en sagrado y profano, puro e impuro, observantes y pecadores, buenos y malos, no podrán descubrir la novedad del reino de Dios inaugurado por Jesús.

El más necesitado, el doblemente marginal y pecador –por leproso y extranjero- es el único que muestra agradecimiento por lo que ha recibido. Y es que toda persona que se consideraba buena, que se aferra a la observancia y que pone en el cumplimiento de la Ley su salvación, no tiene nada que agradecer.

El discípulo que sigue creyendo en la validez de la Ley que discrimina, o sea que sigue teniendo una actitud fatalista ante la vida y los acontecimientos sociales y personales (“siempre ha sido así, siempre será así, esto no hay quien lo cambie”) es un leproso dentro de la comunidad. Una falsa religión ha metido en el corazón de muchos hombres y mujeres esa convicción fatalista. Pero este episodio de los diez leprosos nos muestra que la fe en Jesús de Nazaret rompe todo fatalismo. Somos libres. De nosotros depende la orientación que tome nuestra vida: “Levántate y vete”. Y si aún no somos libres, si la nuestra es una vida aplastada por el sufrimiento, la opresión, la norma, la marginación, la actitud fatalista lo único que hace es perpetuar esa situación. Sólo quien toma conciencia de su situación y se pone en camino con fe… queda limpio, libre y rehabilitado como persona.

Sólo la fe en Jesús nos salva totalmente. La última frase del relato no hace más que remachar el clavo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. No es la observancia de la Ley lo que nos libera y nos hace miembros de una comunidad de Jesús sino la fe. El samaritano, curado de su lepra en el cuerpo, estaba allí postrado, permanecía inmovilizado, incapaz de seguir a Jesús a Jerusalén. Estaba con el corazón dividido por su doble adhesión, a Jesús y a su pasado personal. Jesús lo invita a salir, a hacer también él su éxodo personal. Y esta adhesión a Jesús lo salva ahora definitivamente.

Con frecuencia los cristianos nos hemos preocupado más de las exigencias éticas de la fe que de revitalizar nuestra relación gozosa con Dios. Por una parte, hemos insistido en el cumplimiento y la práctica religiosa, pero no hemos aprendido a celebrar con emoción a Dios como fuente amorosa de la vida. La queja dolorida de Jesús ante la ausencia los nuevos leprosos, que se apropian de la salud sin que se despierte en su vida el agradecimiento y la alabanza entusiasta, no tiene que interpelar: “¿No ha habido quien vuelva para agradecérselo a Dios excepto este extranjero?”.
Cuando únicamente se vive con la obsesión de lo útil y de lo práctico, ordenándolo todo al mejor provecho y rendimiento, no se llega a descubrir la vida como regalo. Cuando reducimos nuestra vida a ir consumiendo diversas dosis de objetos, bienestar, noticias, sensaciones, no es posible percibir a Dios como fuente de una vida más intensa y gozosa. Cuando vivimos creyendo en normas, ritos, fuerzas naturales, horóscopos, fatalismos, y hemos perdido nuestra libertad, es difícil descubrir a un Dios amoroso que nos ha creado libres e hijos. Los propios cristianos hemos perdido, en gran parte, esa admiración por Dios y sus obras.
Celebramos la Eucaristía como la gran plegaria de acción de gracias a Dios, pero no nos nace del corazón pues nuestra vida está, de ordinario, vacía de alabanza. La queja de Jesús, lamentándose de la falta de agradecimiento de los leprosos curados por Él, podría estar dirigida a muchos de nosotros. Para el que de veras tiene fe en Jesús de Nazaret, la vida entera se convierte en acción de gracias; en acción de gracias audaz y entusiasta, porque se considera ser libre y liberado.

jueves, 7 de octubre de 2010

Santísima Virgen del Rosario


¿Cuándo se instituyó formalmente esta fiesta?

El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota. En Roma estaba el Papa despachando asuntos cuando de pronto se levantó y anunció que sabía que la flota cristiana había sido victoriosa. Ordenó el toque de campanas y una procesión. Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre. Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.La fuerza del RosarioA lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario pone al demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de bendiciones a quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha seguido promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los pastorcillos de Fátima.El Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las gracias de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su conducto, ya que fue por ella que nos llegó la salvación. Todo cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya que requiere del empleo simultáneo de tres potencias de la persona: física, vocal y espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la mente.Rezar el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es una manera de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos. El amor y la piedad no se cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque siempre contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los días, la Virgen nos llenará de gracias y nos ayudará a llegar al Cielo. María intercede por nosotros sus hijos y no nos deja de premiar con su ayuda.


lunes, 4 de octubre de 2010

SAN FRANCISCO DE ASIS

Oración de San Francisco


Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.

Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto
ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.

domingo, 3 de octubre de 2010

27° DOMINGO DURANTE EL AÑO

RECOMENDACIONES AL DISCIPULO
Lucas 17, 1-10

Lucas reúne aquí varias palabras de Jesús que tienen una fuerte vinculación con la vida comunitaria: no escandalizar, perdonar siempre, tomar conciencia de la fuerza de la fe…
Al dirigirse a sus discípulos pronuncia una advertencia severa: “Es inevitable que sucedan escándalos, pero ¡ay de los que lo provocan! Más le valdría que le ataran en el cuello una piedra de molino y lo arrojase al mar, antes de escandalizar a uno de estos pequeños. ¡Anden con cuidado!”

¿Quiénes son estos pequeños? En la terminología de los sinópticos, los discípulos provenientes de las carpas sociales marginadas social y religiosamente; ellos, gracias a su situación, han comprendido y asimilado el mensaje de Jesús de invertir la escala de valores y han optado por el camino de la sencillez. Los “discípulos” a los que Jesús se dirige y habla son los de ascendencia judía ortodoxa. Estos con sus ansias de poder, de creerse en posesión de la verdad, de apelar a la Ley y a la ortodoxia, de su orgullo por no ser como los demás, pueden provocar el escándalo de los sencillos. No tener en cuenta la debilidad, pobreza o escasa preparación de los hermanos merece la peor de las condenas.

El signo más expresivo de la presencia del reino es este amor desinteresado y total que ayuda y perdona. Lejos de sacar partidos de su pasado observante, los discípulos deben estar dispuestos a perdonar siempre y en todo momento. “Siete veces” es una expresión simbólica que significa siempre. Cuando un hermano nos ha ofendido, sólo nos restan dos actitudes; corregirlo y perdonarlo. Nunca juzgarlo y condenarlo. He aquí una llamada a asumir nuestra responsabilidad dentro de la comunidad, a ejercerla con amor y respeto, con compresión y llenos de solicitud, sin prejuicios, sin miedos. Es una invitación a destruir el orgullo de creerse mejores que los otros.

Impotencia del discípulo observante ante la sociedad y la misión.

Los discípulos son nombrados como “los apóstoles” (referencia clara a la misión) y Jesús como “el Señor”. Lucas nos describe la sensación de impotencia que experimentan “los misioneros” que quieren anunciar el Evangelio y se guían con actitud y mentalidad farisea. Tal comportamiento es tildado como falta de fe: “Si tuvieran fe como el grano de mostaza, le dirían a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar, les obedecería”. El grano de mostaza es la simiente más diminuta, símbolo de los comienzos del reino a partir de unos valores humanamente sin significantes. Como esta imagen Jesús nos está diciendo que, cuando se cree en la utopía del reino, no hay obstáculo insalvable.

Mientras los apóstoles sigan creyendo que su fuerza radica en los medios humanos, que su eficacia depende de la observancia religiosa y que Dios es, como para los fariseos, un amo exigente que se preocupa muy poco de sus criados, tendrá validez para ellos la triste comprobación de Jesús: “Pues ustedes lo mismo, cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: No somos más que unos pobres criados, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Es curioso cómo muchos entendiendo mal este dicho irónico de Jesús, se identifican con estos “criados” ignorando que son “hijos de Dios”.

El cristiano es fariseo cuando confía más en la ortodoxia, en sus fuerzas y medios que en la fe y los valores del reino; cuando se atribuye el merito de algo que pertenece a Dios; cuando ve las ventajas de su misión como derechos adquiridos; cuando piensa que Dios es amo exigente; cuando en vez de tener actitudes de hijo tiene de siervo…
Un deseo muy hondo: ¡Auméntanos la fe!

Vivimos un momento de desencanto, de indiferencia, escepticismo y de relativismo. Sentimos que nuestra fe se desvanece o está bloqueada. El que busca sinceramente a Dios se ve envuelto, más de una vez, en oscuridad, duda o inseguridad. Los creyentes tenemos que aprender a creer inmersos en este horizonte de crisis general y de crisis personal.

Todo lo que es importante para nuestra vida es siempre algo que va creciendo en nosotros de manera lenta y secreta, como fruto de una búsqueda paciente y como acogida de una gracia que se nos regala. Y no está exento de altibajos y dudas. En concreto nuestra fe puede comenzar a despertarse de nuevo si acertamos a gritar, desde el fondo mejor de nosotros mismos, lo que los discípulos gritan al Señor: ¡Auméntanos la fe”.

Cuando uno vive con el deseo sincero de encontrar a Dios y trabajar por su reino, cada oscuridad, duda o interrogante puede ser un punto de partida hacia algo más profundo, un paso más para abrirse al misterio. Pero todo esto no es fácil de entender cuando vivimos en la certeza de nosotros mismo o pendientes sólo de nuestras necesidades y seguridades.
Al decir que somos “pobres siervos”, o como dicen otras traducciones “siervos inútiles”, se quiere afirmar con fuerza que la fe es ante todo un don, y que nuestra capacidad de vivir la fe es también gracia. La vida de fe es siempre un don que acogemos en la medida en que amamos a Dios y a los hermanos. Es consecuencia, paradójicamente, los siervos verdaderamente útiles son los que se reconocen “inútiles”, los que saben vivir en el horizonte de Dios. El acento puesto en la inutilidad busca realzar-con un giro muy hebreo-la gratuidad de la fe. Reconocer la gratuidad de la fe y del amor de Dios es lo que nos hace vivir en plenitud

sábado, 2 de octubre de 2010

SANTOS ANGELES CUSTODIOS

-Señor, ten piedad de nosotros.
-Cristo, ten piedad de nosotros.
-Señor, ten piedad de nosotros.

-Cristo, óyenos.
-Cristo, escúchanos.

-Dios Padre, Creador de los Angeles,
-Dios Hijo, Señor de los Angeles,
-Dios Espíritu Santo, Vida de los Ángeles,
-Santísima Trinidad, delicia de todos los Ángeles,


-Santa María, Reina de todos los Ángeles,
-Santos Querubines, Ángeles de la Palabra,
-Santos Tronos, Angeles de la Vida,
-Santos Ángeles de la Adoración,
-Santas Dominaciones,
-Santas Potestades,
-Santos Principados del Cielo,
-Santas Virtudes,
-San Miguel Arcángel,
-Vencedor de Lucifer,
-Ángel de la fe y de la humildad,
-Preservador de la santa unción,
-Patrono de los moribundos,
-Príncipe de los ejércitos celestes,
-Compañero de las almas de los difuntos,
-San Gabriel Arcángel,
-Santo Ángel de la Encarnación,
-Fiel mensajero de Dios,
-Ángel de la esperanza y de la paz,
-Protector de todos los siervos y siervas de Dios,
-Guardián del santo Bautismo,
-Patrono de los Sacerdotes,
-San Rafael, Arcángel,
-Ángel del Amor divino,
-Vencedor del enemigo malo,
-Auxiliador en la gran necesidad,
-Ángel del dolor y de la curación,
-Patrono de los médicos, de los caminantes y de los viajeros,
-Grandes Arcángeles Santos,
-Ángeles del servicio ante el trono de Dios,
-Angeles del servicio para los hombres,
-Santos Angeles Custodios,
-Auxiliadores en nuestras necesidades,
-Luz en nuestra oscuridad,
-Apoyo en todo peligro,
-Exhortadores de nuestra conciencia,
-Intercesores ante el trono de Dios,
-Escudo de defensa contra el enemigo maligno,
-Constantes compañeros nuestros,
-Segurísimos conductores nuestros,
-Fidelísimos amigos nuestros,
-Sabios consejeros nuestros,
-Ejemplos de nuestra obediencia,
-Consoladores en el abandono,
-Espejo de humildad y de pureza,
-Angeles de nuestras familias,
-Ángeles de nuestros Sacerdotes y pastores...
-Angeles de nuestros niños,
-Ángeles de nuestra tierra y Patria,
-Ángeles de la Santa Iglesia,

-Todos los Santos Angeles,
-Asistidnos en la vida.

-Asistidnos en la muerte.
-En el Cielo os lo agradeceremos.

-Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Perdónanos, Señor.
-Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Escúchanos, Señor.
-Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Ten piedad de nosotros.

V. Dios mandó a sus Ángeles que cuiden de ti.
R. Los cuales te guardarán en todos sus caminos

viernes, 1 de octubre de 2010

Santa Teresita del Niño Jesús


Frases de Santa Teresita
Para mí, la Oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une a JESÚS."

"No poseo el valor para buscar plegarias hermosas en los libros; al no saber cuales escoger, reacciono como los niños; le digo sencillamente al buen Dios lo que necesito, y Él siempre me comprende."

"Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente."

"Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta."

"Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección".

"En el lavadero mi compañera de trabajo sacudía la ropa con tal fuerza que me salpicaba de jabón la cara. Esto me hacía sufrir, pero jamás le dije nada al respecto, y así ofrecía este pequeño sacrificio por los pecadores."

"Yo nunca aconsejo nada a nadie sin haberme encomendado a la Virgen Santísima. Ella es la que hace que las palabras que digo tengan eficacia en los que las escuchan".

"La vida es un instante entre dos eternidades."

"¡Qué grande es el poder de la oración!. Se diría que es una reina que en todo momento tiene acceso directo al rey y puede conseguir todo lo que le pide."

"La Santísima Virgen me demuestra que nunca deja de protgerme. Enseguida que la invoco, tanto si me sobreviene una inquietud cualquiera, un apuro, inmediatamente recurro a ella, y siempre se hace cargo de mis intereses como la más tierna de las Madres."

"Se sabe muy bien que la Santísima Virgen es la Reina del Cielo y de la Tierra, pero es más Madre que Reina."

"¡ Oh María ¡. Si yo fuese la Reina del Cielo y Vos fuésis Teresa, yo querría ser Teresa a fin de que Vos fuéseis la Reina del Cielo."

"Después de mi muerte, haré caer una lluvia de rosas."

"Voy a pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra."
"Yo no muero, entro en la vida."


Rosario Misionero


Del 1° al 31 de octubre de 2010, durante las 24 horas del día estamos invitados a participar de la cadena de oración del Rosario Misionero.

¡RECEMOS POR LAS MISIONES,
POR LOS MISIONEROS ARGENTINOS Y
POR NUESTRA PATRIA!

"Entre las formas de participación, el primer lugar corresponde a la cooperación espiritual: oración, sacrificios, testimonio de vida cristiana. La oración debe acompañar el camino de los misineros para que el anuncio de la Palabra resulte eficaz por medio de la gracia divina" (Rmi, 78)

OCTUBRE: Mes del Santo Rosario, de las Misiones y de la Familia


Origen e historia del Santo Rosario

En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra “rosario” significa "corona de rosas". Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.La Iglesia recomendó entonces rezar el rosario, el cual consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para aquellos que la rezaran.
Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían las personas cultas y letradas pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer, suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este “rosario corto” se le llamó “el salterio de la Virgen”.
Cuenta la Historia que un día, a finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán quien sufría mucho al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses, decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador. Santo Domingo cambió su homilía y habló de la devoción del Rosario y la gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y a dejar atrás sus malos hábitos.
Santo Domingo murió en 1221, después de una vida en la que se dedicó a predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre las gentes de todas las clases sociales para el sufragio de las almas del Purgatorio, para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre de la Iglesia.
El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado.En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ¨la muerte negra” en la que murieron muchísimas personas.Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la Virgen y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario.
El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia.