sábado, 3 de julio de 2010

14° DOMINGO DURANTE EL AÑO


LOS 72 DISCIPULOS
(LUCAS 10, 1-20)


En paralelo con la misión de los Doce, sólo Lucas, narra la misión de los setenta y dos. Es su creación literaria de la universalidad que relata en los Hechos de los Apóstoles, la apertura a los paganos y el éxito que tuvo entre ellos el Evangelio. El, que ha sido testigo de cómo la Buena Noticia ha encontrado una acogida fuera del judaísmo, entre los paganos, trata de averiguar los motivos de tal éxito, situando la escena en tiempos de Jesús.

La misión de los Doce, tanto en territorio judío como en territorio samaritano, ha resultado un verdadero fracaso. Jesús no se desanima. Elige ahora a otros setenta y dos y los envía a anunciar el Evangelio. Las instrucciones que les da son las mismas, pero de distinto resultado.

Una instrucción para toda la comunidad

“El Señor designó a otros setenta y dos y los envió de dos en dos”. Lucas intenta hacer ver la legitimidad y responsabilidad misionera de todos: no sólo de los Doce y sus representantes; y justifica la expansión del cristianismo como encargo personal del propio Jesús enviando a los setenta y dos. (72 es un número simbólico de universidad).

La misión tiene carácter comunitario, ha de realizarse de dos en dos con el fin de mostrar con los hechos y la vida lo que se anuncia de palabra. Restringir el encargo de anunciar el Evangelio a los sacerdotes, religiosos y misioneros, es empobrecer el texto, y el poder de Jesús. Es necesario que todos tengan sentido de comunidad para que el trabajo no pierda los frutos. La comunidad ha de “pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Pedir es tomar conciencia de las necesidades del Reino y poner los medios más adecuados, es confiar en Dios y asumir nuestra misión y responsabilidad. Cuando se vive en sintonía con el plan de Dios no puede haber paro entre las comunidades cristianas. Toda comunidad es por sí misionera.

“Ya ha llegado a ustedes el reino de Dios”. Esta es la Buena Noticia de Dios que hay que anunciar. La misión consiste en hacerla presente con el testimonio y la praxis: compartiendo, curando a los enfermos, deseando la paz. Empieza un orden nuevo.

Nada de venganzas ni amenazas. La misión no puede hacerse cn intimación, ni a la fuerza. “Cuando entren en un pueblo y no los reciban, salgan a la calles y digan: Hasta el polvo de este pueblo que no se nos ha pegado a los pies nos lo limpiamos, ¡para ustedes! De todos modos, sepan que ha llegado el reinado de Dios”. Sacudirse el polvo de los pies significa romper relaciones pero sin guardar odio. Hay mucho campo abierto. Hay mucha mies por delante.

La urgencia de la misión.

La urgencia nace de la experiencia positiva de la Buena Noticia, del deseo de compartirla, del dolor que surge al ver que otros carecen todavía de ella, del anhelo de transformar la realidad. Son muchas las recomendaciones: “Rueguen…”. “En marcha…”, “no se paren a saludar por el camino…”, “no anden cambiando de casa…”, “no lleven bolsa…”.
Todos expresan la experiencia gozosa del Reino que no puede guardársela para sí, ya que le quema por dentro.

La libertad del discípulo

Estas instrucciones cristalizan en la libertad del discípulo: “No lleven bolsa ni alforjas, ni sandalias”, es decir, no confiar en las posesiones ni apoyarse en el poder, sino, no pueden ser testigos de la paz ni sabrán dar vida a los demás. En una palabra, no están en condiciones del anuncio que el Reino está cerca. En la medida en que, como cristianos individualmente y como Iglesia, estamos apegados a los bienes y poderes de este mundo, nos tienta el apaño y el acomodo. Jesús sabe que en Jerusalén los grandes y poderosos lo liquidarán pero no por ello renuncia a su libertad de enviado del Padre. La propone, más bien, a sus discípulos, a nosotros. Y para ser libres debemos aprender a vivir “ligeros de equipaje”. Todo lo contrario de lo que hoy propone y pregona nuestra sociedad buscando la libertad en la seguridad del tener y acumular. Por eso, la condición de pobreza es condición necesaria para un auténtico servicio de evangelización.

Un destino que sorprende

¿Cómo puede uno no reaccionar si escucha con sinceridad ese destino inaudito del que Jesús habla a sus discípulos: “Miren que los mando como corderos en medio de lobos” En una sociedad que se nos presenta mezquina, insensible, agresiva y a veces cruel, ¿se puede vivir de otra manera que no sea defendiéndose y atacando como los lobos ?. Y, sin embargo, hay algo atractivo en la vocación sorprendente del discípulo cristiano. Se nos invita a vivir de tal manera que la persona pueda descubrir que la bondad, la amistad, la paz, la solidaridad y la benevolencia, existen, y que la vida, a pesar de todo, es buena.

Libertad humana y juicio de Dios

“¡Ay de ti, Corozaín…, Betsaida…, Cafarnaún!”. Jesús contrapone tres ciudades de Galilea, que vieron infinidades de milagros y oyeron repetidamente el mensaje liberador proclamado por El mismo, con la que hubieran tenido tres ciudades paganas; Sodoma, Tiro y Sidón. Son dos situaciones antagónicas. Se anuncia y explica así el escándalo que supuso la respuesta de los paganos y pecadores, muy superior a la del pueblo elegido. No siempre las personas religiosas y observantes, y las que más han recibido, son el mejor terreno para la acogida y florecimiento del Reino. ¡Es el misterio de la libertad humana!

Grandeza y debilidad del enviado.Quien los escucha a ustedes, me escucha a mí, quien los rechaza a ustedes, me rechaza a mí, y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”. Dios actúa en la historia a través nuestro. Aceptar o rechazar a sus enviados, aunque sean pobres, es aceptar o rechazar al Señor, a Dios mismo. He aquí la grandeza y debilidad del Reino.

El motivo de nuestra alegría

“Los setenta y dos regresaron muy contentos: “Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre”. Han experimentado la alegría que brota de una tarea bien hecha. El retorno de los Doce no fue alegre, ni alegró a Jesús, ni expulsaron demonios. Y es que sólo libera quien es verdaderamente libre.

Jesús interpreta la liberación producida por los setenta y dos como el principio del fin de los adversarios del plan de Dios, del sistema de dominación y poder de este mundo, todo personificado en el adversario por antonomasia: “Ya veía que caería Satanás…”. Nada puede neutralizar el empuje de un mensaje liberador. Los poderes y principios falsos de esta sociedad (descritos con los nombres seculares de “serpientes y escorpiones”, “ejército enemigo”, a pesar del poder destructor que almacenan, no pueden hacer daño al discípulo libre y liberador, puesto que tiene potestad para pisotearlos. No hay fuerza que pueda neutralizar el empuje da la Buena Noticia liberadora. El problema está en si lo que anunciamos es realmente el Evangelio de Jesús.

En este pasaje vemos una moral de triunfo que caracterizó la actividad misionera de Jesús y de los primeros cristianos. La moral de triunfo es uno de los rasgos clave del Evangelio. Sin embargo, el motivo principal de alegría no está en nuestro éxito, ni siquiera en nuestros logros evangelizadores o sociales: “…Sea la alegría de ustedes porque sus nombres están escritos en el cielo”, o sea, en el corazón de Dios. Por eso, la alegría ha de consistir en la experiencia de sentirse hijos amados de Dios. Todo lo demás… ¡puede esfumarse!

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