miércoles, 8 de diciembre de 2010

INMACULADA CONCEPCION DE MARIA


ANUNCIO DEL NACIMIENTO DE JESUS
Lucas 1, 26-38

La narración nos da primeramente los datos fundamentales de María: “Joven de Nazaret, prometida a un hombre de la estirpe de David, de nombre José”. A partir de aquí, se nos describe el acontecimiento siguiendo el esquema clásico del género literario de las anunciaciones:
· Saludo del enviado de Dios, en este caso Gabriel.
· Extrañeza y turbación de María, la elegida.
· El enviado invita a la tranquilidad y comunica el mensaje.
· Pregunta del elegido, en este caso María.
· Nueva explicación, seguida de la aceptación de la elegida y la retirada del enviado.

A pesar del paralelismo entre el anuncio de Jesús y el de Juan Bautista, Lucas pone de manifiesto una serie de contrastes con hondo significado teológico:

· En cuanto al lugar. El anuncio del nacimiento de Juan Bautista queda encuadrado en el marco solemne del “santuario”, o sea, en el Templo de Jerusalén. El de Jesús, en Nazaret, un pequeño lugar de Galilea, región paganizada. Nazaret no es nombrado jamás en el AT, no está ligado a promesa o expectación mesiánica alguna.
· En cuanto al destinatario. Aun cuando el mensajero es el mismo, el primer anuncio se dirige a Zacarías, hombre ligado a la institución religiosa, sacerdote, casado con Isabel, ambos irreprochables y que seguían escrupulosamente todos los mandatos y leyes del Señor; pero no tenían hijos porque Isabel era estéril, y los dos, eran de edad avanzada. El segundo mensaje se dirige a maría: mujer, joven/virgen, recién desposada pero sin convivir todavía con un hombre; a propósito de ella no se menciona ascendencia alguna; la nueva pareja se entronca con la estirpe de David, pero por línea masculina; no se habla de la observancia. A diferencia de Isabel, que había esperado en vano tener un hijo, María va a dar a luz cuando todavía no lo esperaba. María representa a los “pobres de Israel”, al Israel fiel a Dios y sin relevancia social.
· En cuanto a la actitud. Zacarías se sobresaltó y se llenó de miedo, se mostró incrédulo, pidió pruebas, no dio su consentimiento. ¡El Israel más religioso había perdido toda esperanza de liberación. María se turba al sentirse halagada; inmediatamente se pone a ponderar el sentido del saludo, tiene fe en las palabras del mensajero de no verlo humanamente viable, no pide pruebas o garantías, pregunta sencillamente el modo como esto puede realizarse y da su plena aprobación al anuncio del ángel.
· El paralelismo y contraste continúa entre Juan y Jesús. Ambos serán grandes. El primero será el más grande de los nacimientos de mujer por su talante ascético y su condición de profeta. Jesús en cambio, será grande por su filiación divina, por eso lo reconocerán como Hijo del altísimo. Y a diferencia de Juan Bautista, que va a recibir el Espíritu antes de nacer pero después de su concepción al modo humano, Jesús será concebido por obra del Espíritu, la fuerza creadora de Dios.

El saludo del ángel

“Alégrate/Salve” era el saludo normal de aquella época en griego. Es digno de resaltar, sin embargo, que la primera palabra de parte de Dios a los hombres, cuando el Salvador se acerca al mundo, es una invitación a la alegría.
El término “muy favorecida/agraciada/llena de gracia” y la expresión “Dios te ha concedido su favor” son equivalentes. La elección de Dios es siempre una gracia, un don, al quien nos plenifica. La elección de Dios no destruye ni nuestra libertad ni nuestro auténtico ser.
“El Señor está contigo” indica la elección y solicitud de Dios por un determinado personaje y asegura la destinatario la ayuda permanente de Dios para que lleve a cabo una misión humanamente imposible.
La presencia de Dios es siempre portadora de alegría y de paz, de ahí la invitación del ángel: “Tranquilízate”. Este saludo vale también para cada uno de nosotros puesto que somos elegidos de Dios y llevamos con nosotros a Jesús resucitado. Todo cristiano es, decían los padres apostólicos, “cristóforo”, portador de Cristo.

La buena noticia: quién es el que nace.

Jesús es descrito con los rasgos mesiánicos del AT: “Será grande, Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará para siempre en la casa de Jacob, su reino no tendrá fin, lo llamarán Consagrado”. Lucas añade “Hijo de Dios” para describir la relación misteriosa que lo une al Padre. Una relación que, según Lucas, existe desde su nacimiento por obra del Espíritu. Jesús significa “SALVADOR”, “DIOS SALVA”. Dios cumple su promesa.

María da su consentimiento: “He aquí la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. La palabra “sierva, esclava” significa pertenecía a Dios. Condición que expresa disponibilidad en la aceptación de su voluntad. La Palabra de Dios es un don, pero éste deber ser admitido por la libertad humana. Dios sólo puede desplegar la fuerza del Espíritu a través de personas que se presten libremente a llevar a término su proyecto sobre el ser humano, un proyecto abierto a la utopía. ¡No hay que confundir el proyecto de Dios con nuestros anhelos y previsiones!. María nos enseña a estar abiertos a la novedad y utopía de Dios.

La pequeñez y la humildad de María no le impiden entablar un dialogo con el enviado de Dios. Ella no se limita a escuchar y aceptar su anuncio, su fe es un acto libre, por ello requiere, desde saber cómo sucederá lo que es comunicado. La fuerza del Espíritu suscita en ella una participación activa; es la colaboración de alguien que se sabe en manos de Dios. El Sí a su maternidad nos comunica al Mesías. María ocupa, de este modo, su lugar en la historia de la salvación. La encarnación es fruto de la fuerza del Espíritu y de la disponibilidad de María.

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