sábado, 26 de junio de 2010

13° DOMINGO DURANTE EL AÑO

CONDICIONES PARA SEGUIR A JESUS
Evangelio de Lucas 9, 57-62

Quien lee atentamente los Evangelios descubre en las palabras y hechos de Jesús, un elemento reiterativo y sorprendente: la prisa, la urgencia. Los evangelistas nos lo presentan como alguien que espera la llegada inminente del Reino de Dios, que vive convencido de que la intervención definitiva de Dios a favor de los pobres está a punto de realizarse. Por eso, para Él, no hay tiempo que perder, muchas de sus decisiones, actuaciones y sentencias hay que situarlas en el contexto para poderlas entender. Este clima de urgencia es el marco en el que hay que leer los tres relatos de seguimiento que Lucas trae aquí.

Estamos en territorio samaritano. Como los Doce, discípulos judíos, le llevan la contraria y algunos samaritanos que han comprendido su actitud y mensaje quieren incorporarse al grupo, Jesús hace una nueva llamada, ahora a samaritanos, precisando cuáles han de ser las actitudes del verdadero discípulo.

Hay dos ofrecimientos (“Te seguiré”), muy condicionados y una llamada directa de Jesús (“Sígueme”). El personaje central ha sido envidado por Jesús en vista de su disposición; los otros dos han tomado ellos mismos la iniciativa en vista del mensaje de Jesús. Lucas describe a través de estos tres personajes la constitución de un nuevo grupo de discípulos (tres indica totalidad).
Hay una referencia implícita de la primera llamada de discípulos israelitas que también fueron tres: Pedro, Santiago y Juan.

Los tres casos al no tener nombres los personajes, todos podemos y debemos sentirnos reflejados e implicados.


Actitudes del verdadero discípulo

Al primero, que se ha ofrecido espontáneamente, le pide que no se identifique con ninguna institución (pues Él no tiene donde reclinar la cabeza). Y le descubre que si quiere seguirle ha de aceptar vivir en la inseguridad y renunciar a una vida cómoda y tranquila. Jesús nos quiere abiertos a todo y a todos, universales, no apegados a nuestros pequeños feudos.

Al segundo, lo invita Él mismo porque sabe que en Él se ha dado ya la ruptura con la tradición con el pasado (si el padre es figura de la tradición que nos vincula con el pasado, su muerte es signo de ruptura con ello). Pero le pide que esa ruptura sea total, que no viva en la indecisión, que no retrase su opción, que se olvide totalmente del pasado (hasta de enterrar) y que se disponga a anunciar la novedad del reino con urgencia y prontitud.

La respuesta que da el tercero revela que el seguimiento sólo es posible con decisión firme y constante: “Quien siga mirando para atrás no vale para el Reino de Dios”.

El seguimiento es mucho más que un vago deseo de generosidad o de admiración. Quien busca seguridades y se conforma con identificarse con una institución o un particularismo, por sagrado que éste sea, se cierra a Jesús. Quien no rompe con el pasado (casa, familia y, sobre todo, padre como portador de la tradición), y no subordina todo al anuncio del Reino, no puede entender ni gozar la novedad que conlleva y que ofrece a Jesús. Quien no pone la mano en el arado y mira hacia atrás, o sea, quien no asume con radicalidad el seguimiento, no es apto para el Reino.

Las exigencias de Jesús pueden parecer inhumanas y hasta crueles a primera vista. Lo que intentan significar es que hay que dar prioridad al Reino de Dios por delante de cualquier otro interés o compromiso. Seguir a Jesús, ayer y hoy, exige adoptar una generosa actitud de renuncia personal y de fidelidad sin fisuras pro la causa del Reino de Dios. Y esto, en una sociedad como la nuestra, no se estila, ya que no es proclive a los compromisos estables y firmes.

Ser cristiano no es tener fe, sino irse haciendo creyente. Con frecuencia entendemos la vida cristiana de una manera muy estática y no lo vivimos como un proceso de crecimiento constante y seguimiento a Jesús. Y, sin embargo, en realidad se es cristiano en la medida que nos atrevemos a seguir a Jesús.

En momentos de crisis es grande la tentación de buscar seguridad, volver a posiciones fáciles y llamar de nuevo a las puertas de una religión que nos “proteja” de tantos problemas y conflictos. El creyente que lo quiera ser de verdad, ha de preguntarse ¿cómo ser cristiano hoy? Y la respuesta es la de siempre: hay que volver a Jesús.

Hay que volver a la espiritualidad de seguimiento. Se trata de configurar nuestra vida en el seguimiento de Jesús, sin caer en la tentación de seguir otros intereses u otras corrientes que aparentemente nos pueden ofrecer una seguridad religiosa, pero que nos alejan del espíritu del Evangelio.

Seguir a Jesús no significa seguir a un pasado ya muerto, sino tratar de vivir hoy en el espíritu que le animó a Él. Se trata de vivir hoy “con el aire de Jesús” y no “al aire que más sopla”. Cuando el creyente se esfuerza por seguir a Jesús, día a día, va experimentando de manera creciente que sin ese “seguir” a Jesús su vida sería menos vida, más inerte, más vacía y más sin sentido.

Reflexionemos…
  • Identificarse con los personajes y contemplar a Jesús: sus palabras, sus gestos y sus actitudes.
  • Creer que antes que yo me decida por Jesús, Él se ha decidido por mí.
  • Ver mis dificultades, mis obstáculos, mis miedos, mis componendas… que las hay.
  • Tomar una decisión firme.
  • Gratitud y alegría porque alguien se ha fijado en mí.



P. Daniel Silva

1 comentario:

Pablo dijo...

hola la verdad que es muy difícil hoy en día tomar una decisión que implique el dejar todo atrás",