sábado, 19 de junio de 2010

12° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Declaración de Pedro
Y el primer anuncio de la pasión.

1. Una declaración no muy ortodoxa

Después de haber realizado el signo mesiánico por excelencia -la multiplicación de los panes- Jesús se retira a orar solo. Para Lucas son momentos muy significativos para la vida de Jesús (bautismo, elección de los Doce, la transfiguración, la aceptación de su muerte…).
Aquí está en juego su identidad y misión.
El pueblo le sigue con entusiasmo. Hay mucha expectación, diferentes opiniones sobre quién es Jesús. Muchos se preguntan: no será el Mesías, pero nadie se atreve a preguntarle ni siquiera los discípulos, sólo podría haber cuchicheos entre ellos.
Pero ni el pueblo ni sus discípulos tienen conciencia que Jesús tiene de sí mismo y de su misión. Sin duda, en este ambiente hay tensión y crisis.
Tras la oración, Jesús toma la iniciativa y para que se definan les hace dos preguntas muy directas: ¿Quién dice la gente que soy yo? Y ustedes ¿Quien dicen que soy?
Sin duda, los discípulos no comparten las opiniones de la multitud, y son acorralados por Jesús. Pedro en nombre de los Doce contesta: “El Mesías de Dios”. Jesús les prohíbe decírselo a nadie ¿Por qué esta reacción tan dura de Jesús?
La concepción de Mesías nacionalista, guerrero triunfal, político con fuerza y poder, nada coincide con la concepción de Mesías que tiene Jesús y teme que estos hagan fracasar su misión. Solo así se puede entender la dureza de Jesús ante la respuesta de Pedro.
Jesús se siente llamado a cambiar la historia, dando sentido nuevo a la liberación que Dios quiere realizar en el hombre.


2. El modelo de persona que Dios quiere

El anuncio de la pasión es precisamente una corrección a la idea de Mesías que tienen los discípulos y el pueblo.
El modelo de hombre que Dios encarna es el de un fracasado: “Este hombre tiene que padecer mucho… y resucitar al tercer día”.
Pero el fracaso no es definitivo. Es el camino hacia la resurrección, hacia la verdadera liberación y vida.
Después Jesús se dirige a todos, a los Doce y al pueblo y les revela cómo han de vivir si quieren ser de los suyos, si quieren sentir la liberación de Dios y alcanzar la plenitud. Son sentencias duras, claras y tajantes: “El que quiera venirse conmigo que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga; porque si uno quiere salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por mí, la salvara…”.
Como los discípulos, todos tenemos falsas ideologías y pseudos valores de la sociedad que en que vivimos. En el seguimiento de Jesús es preciso asumir y asimilar que las cosas no nos van a ir bien. Nuestra tarea crea controversia, sea mal vista y sin éxito. El fracaso libremente aceptado es el único camino que puede ayudar al cristiano a cambiar de una actitud de lo sacrosanto del éxito y a la eficacia que domina nuestro mundo. Huir del compromiso por el Reino, o amoldarse a esta sociedad por temor a la cruz o conflicto de cada día, o por querer conservar lo que tenemos, es perder la vida.
Lo que más sorprende de Jesús, es que pone la vida, la salvación y la realización de los que quieren seguirlo, en íntima relación con la adhesión a su Persona. Nadie exigía a sus discípulos tal renuncia y adhesión como lo hace Jesús. Ser cristiano no es una cuestión de teorías y normas, sino de seguimiento a una Persona, Jesús de Nazaret, y de por-seguimiento de su causa.


3. El objetivo de nuestra vida

Frecuentemente empleamos nuestro tiempo en muchas actividades, planes y proyectos, trabajamos y luchamos “como condenados” y tarde, y a veces muy tarde, nos damos cuenta que estuvimos perdiendo el tiempo. La felicidad no está en eso cuyo espejismo nos deslumbró. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se malogra él mismo?
El camino de Jesús es totalmente liberador. Es la vida lo que interesa. Pero siempre puede haber quienes prefirieron otro camino y se avergüencen de Él y de su mensaje. El éxito, la moda, el poder, el quedar bien, el prestigio, el triunfo siguen siendo muy apetecibles.

Para reflexionar

· Contemplemos a Jesús: sus dudas, sus crisis, sus dificultades para hacer cambiar a los discípulos, su decisión y opción, su entrega.

· Identificarse con Pedro y los discípulos: no entienden tienen otros intereses. ¿Entiendo yo?

. Responder con honradez a la pregunta de Jesús: “Y tú, ¿quién dices que soy yo?”

· Escuchar las palabras de los vv. 23-27. Dejar que me calen, que me interpelen.

· No poner barreras. Personalizarlas.

· Amar la vida. Dialogar con El acerca del objetivo fundamental que me mueve en estos momentos.

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