domingo, 31 de octubre de 2010

31° DOMINGO DURANTE EL AÑO


ZAQUEO
LUCAS 19, 1-10

En el marco de una sociedad teocrática como la de Israel, invadida por una nación extranjera y obligada a pagar pesadísimos impuestos, la figura del “recaudador” era símbolo de renegado y mercenario al servicio del poder de Roma. Zaqueo, presentado como “jefe de los recaudadores y muy rico”, polariza en su persona todos los enojos de la sociedad de Israel.

Por eso, se recalca que era de “baja estatura”; no tenía la adecuada altura no sólo física sino religiosa y moral, para poder ver a Jesús. Con todo, “quería ver quién era Jesús, pero no podía hacerlo a causa de la multitud”. Zaqueo “se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro (símbolo de Israel, del que había sido excomulgado) para verlo, porque Jesús iba a pasar por allí”.
El texto prosigue: “Cuando Jesús llegó a aquel lugar, levantó los ojos”.

Zaqueo se ha encaramado a la institución judía (la higuera), convencido de que desde ahí podrá ver a Jesús, a quien él identifica con todo lo bueno y mejor de la sociedad religiosa de la cual se ha automarginado por intereses personales. Atento a la cercanía de Jesús, quiso “verlo” y… ¡fue visto por Él! Y como para Jesús la institución judía ya ha dejado de ser un lugar santo y adecuado (de hecho está subiendo a Jerusalén para enfrentarse con ella), le dice: “Zaqueo, baja enseguida, que tengo hoy que alojarme en tu casa”. Jesús contrapone “el lugar, el sicómoro” a “la casa”. Empieza a vislumbrarse la futura casa de la comunidad de salvados provenientes de la marginación, de quienes Zaqueo es figura representativa en el Evangelio.

“El bajó enseguida y lo recibió muy contento”. Baja de la higuera en seguida; o sea, se aleja de la institución, da un cambio, un viraje, sin demora. “La alegría” es señal, aquí, de estar en línea con el proyecto de Dios sobre el hombre. La presencia de Jesús conlleva siempre alegría en la comunidad que lo acoge. Jesús ha dado un paso más en su proyecto liberador.

La historia, se repite. “Al ver aquello murmuraban todos: Ha entrado a hospedarse a la casa de un pecador”. Quienes critican no comprenden el proyecto liberador de Jesús. Les importa más la observancia de la Ley que las personas. Recordemos que los israelitas tenían prohibido entrar en casa de pecadores y comer con ellos; si lo hacían quedaban impuros. No es la primera vez que se lo echan en cara a Jesús. Si en las otras ocasiones eran los fariseos y letrados quienes murmuraban, en ésta son “todos”, sin precisiones.

Zaqueo se puso en pie y le dijo al Señor: “la mitad de mis bienes, Señor, se los doy a los pobres, y si alguien le he estafado, se lo restituiré cuatro veces”. Su decisión sobrepasa con mucho lo que estaba prescripto en el Levítico 5, 20-26 para reparar un fraude. Zaqueo está dispuesto a luchar por una sociedad más justa, él que era símbolo personificado de la injusticia. El superrico y estafador, que se había vendido hasta ahora por dinero, está dispuesto de servirse del “injusto dinero” para ganarse a los pobres. Ha entrado en la dinámica del Reino. He aquí la verdadera conversión: usar bien el dinero y ponerlo al servicio de la causa. También desde el sistema hay quienes promueven la justicia. Por eso, la Buena Noticia no puede negarse a nadie. Zaqueo se convierte y es signo esperanzado de una nueva sociedad.

Todos los que promueven la justicia están salvados. “Jesús le contestó: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abraham”. Jesús no le propone renunciar a todos los bienes ni le invita a seguirle para hacerse discípulo suyo, como había hecho con el recaudador Leví (5, 25) y con el magistrado rico (18, 22). Por un lado subraya que la salvación ya es un hecho en la comunidad representada por Zaqueo (eso es lo que significa ese “hoy” repetido dos veces en el relato). Por otro, Zaqueo es restituido al linaje universal de Abraham de cual había sido excluido, él también pertenece a los elegidos de Dios.

La última frase: “Porque este Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo”, es clave para comprender quién es Jesús y qué tipo de Mesías es, Jesús, el Hombre, que viene a buscar al hombre con el fin de salvarlo de la situación de autodestrucción en el que él mismo se había sumergido.

Jesús llama a todos, el dinero es un signo fundamental de conversión; los pobres son un punto central para Jesús. El hecho central está ahí delante, y caliente: un hombre duro que ha dado un giro de ciento ochenta grados a su vida en el transcurso de un encuentro con Jesús. Hecho sorprendente. Se ve que hablaron cara a cara, persona a persona, una conversación en que cada uno en que cada uno se dio por entero al otro. Y pasó lo que pasa siempre que la fe lleva en su entraña una fuerza explosiva de cambio; que Jesús es un compañero dinámico, crítico y creativo; que estar con Dios de Verdad no es un acto de cortesía, sino que levanta la piel y las entrañas; que la oración mete dinamita dentro del cuerpo; que quien trata frecuentemente con Dios, cara a cara, se encuentra con consecuencias imprevisibles… Esto es lo que pasa, y hay que hacer la prueba, y gritárselo luego a todos. Cuando la suerte estaba echada; cuando los cálculos hacían prever el futuro y el final; cuando los cauces estan marcados; entonces, precisamente, ocurre lo imprevisible: una energía interior que explota, unos muros que se caen, unos límites que quedan rotos, un horizonte sin frontera y un cambio nuevo, el giro total de una vida…

¿Qué fue de Zaqueo después? ¿Qué rumbo tomó aquel hombre acostumbrado al negocio sucio? ¿A dónde se orientó aquel hombre mal visto por unos y mirado como traidor por otros? He aquí, un hombre cambiado que ha encontrado su identidad y su felicidad, un horizonte nuevo ante sus ojos y él caminando erguido, unos valores nuevos que le hierven en el corazón.

Muchos cristianos, se sienten molestos por la “moda” que ha entrado en la Iglesia de hablar tanto de los pobres. No entienden que el Evangelio pueda ser Buena Noticia sólo para ellos, y por lo tanto, sólo pueda ser escuchado por los ricos como amenaza a sus intereses y como interpelación a su riqueza. Les parece que todo esto no es sino demagogia barata, ideología ilegítima del Evangelio y, en definitiva, hacer política. Pero vamos a ver, ¿no acogió Jesús a pobres y ricos con el mismo amor? Ciertamente Jesús se acerca a todos ofreciendo la salvación. Pero no de la misma manera. A los ricos se les acerca para “salvarlos”, antes que nada, de sus riquezas. Al rico no se le ofrece otro camino de salvación que compartir lo que posee con los que lo necesitan. Es la única inversión cristianamente rentable que puede hacer con sus bienes. No sirve decir ingenuamente que hay una igualdad de oportunidades en nuestra sociedad y que el éxito es para los que lo ganan. El rico sólo puede recibir ayuda cuando reconoce su propia pobreza y está dispuesto a entrar (como Zaqueo) en la comunidad de los pobres. Este es el camino de salvación que se le ofrece.

Son numerosas las personas creyentes también, que dirigen sus principales energías a tener, acumular, una posición, un seguro de vida, una buena imagen, un nombre, un hogar confortable, unas vacaciones seguras, una cuenta corriente, un bienestar seguro. Empujados por la obsesión del poseer, tienden a extender su necesidad de propiedad a todos los ámbitos de la vida. Si fueran unos pocos, serían considerados como personas enfermas e inmaduras; pero al ser la mayoría, su conducta se nos presenta, sorpresivamente como normal y hasta envidiable. Y sin embargo, son hombres y mujeres “bajos de estatura”. Su identidad y seguridad personal se sostiene en algo exterior a ellos mismos que les pueda ser arrebatado.

Es una lección Zaqueo, un hombre con una posición social en Jericó, rico propietario, jefe de recaudadores, pero “bajo de estatura” en todo su vivir. Zaqueo sabe reaccionar y dar un giro nuevo a su vida. Busca algo diferente. Siente la necesidad de un encontrarse con Jesús, acoge su mensaje y toma la única decisión que le puede salvar.

El relato de Zaqueo es una página ejemplar del actuar evangélico. Es la denuncia de todo tipo de sectarismo, por un lado y de discernimiento por otro. Jesús hace lo que cree que debe hacer, por encima de críticas y murmuraciones. Y Zaqueo es “pescado” con sensibilidad exquisita. El que “quería ver”, fue visto. La curiosidad y la admiración desencadenan un proceso de discernimiento y cambio radical. Zaqueo al sentirse apreciado y tratado con normalidad, descubre que puede “elevar su estatura” y se reencuentra con la alegría de vivir.

“Este Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo”. A ejemplo de Jesús, sólo una Iglesia convencida de ser pobre puede anunciar el Evangelio a los ricos, porque no envidia ni desea sus riquezas, sólo una Iglesia comprensiva y sensible con el hombre y con la realidad humana puede eliminar de sí tanto la cobardía y la hipocresía como la agresividad y el resentimiento. La práctica normal de Jesús hospedarse en casa de personas despreciadas o de dudosa reputación y de comer con ellas fue uno de los hechos que más impresionó a sus conciudadanos. Significaba una oferta de paz, de confianza, de fraternidad. La comunión de mesa era comunión de vida.

¿A qué nos compromete hoy este estilo de Jesús? ¿No estamos llenos de prejuicios discriminatorios contra aquellos que no piensan como nosotros o que no son de los nuestros?

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