domingo, 21 de noviembre de 2010

34° DOMINGO DURANTE EL AÑO Lc 23,35-43


SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVRSO
La crucifixión, Jesús Nazareno, Rey


Jesús es condenado a muerte por decirse rey. Así lo pregonan sus acusadores; y así lo reconoce el propio Jesús ante Pilatos. Esa condición de rey está en la inscripción colocada en la cruz. Dicha inscripción contrasta con la situación física del hombre clavado en la cruz, ¿es ése un rey? ¿De qué reino? Aquel que se presenta como salvador no es capaz de salvarse él mismo, piensan los jefes. Nosotros corremos también el riesgo de no entender, afirmando por ejemplo que Jesús reconoce ser rey de un reino puramente espiritual sin relación con este mundo. Sin embargo, el reino de Dios que Él proclama es una realidad global. En él no hay oposición entre lo espiritual y lo temporal, lo religioso y lo histórico, sino entre poder de dominación y poder de servicio. Jesús no es un rey como los de este mundo; no utiliza el poder en beneficio propio. Él nos enseña que todo poder (político, religioso, intelectual) está al servicio de los oprimidos y desvalidos.

Servir y no dominar es principio inconmovible del reino de Dios. Cuando empleamos el poder recibido –cualquiera que sea- para imponer nuestras ideas, mantener nuestros privilegios y obligar a creer, traicionamos el mensaje de Jesús. Una actitud de servicio supone sensibilidad para escuchar al otro. Jesús clavado en la cruz entre malhechores, despojado de todo, perdonando, escuchando, devolviendo bien por mal, ejerciendo misericordia, es la síntesis y expresión de la buena noticia. Esta es la manifestación y herencia del Mesías. Sólo el amor, sólo el servicio salva a las personas. Sólo el amor, sólo el servicio hace realidad el reino de Dios.

Reacciones ante la crucifixión
El pueblo. El pueblo lo presenciaba ¿Miraba desconcertado, consternado quizá. O tenia curiosidad burlona como los mirones de 14, 29? Es un espectáculo. Los “reality shows” siempre, entonces y ahora, congregan multitudes ávidas de satisfacer una cierta curiosidad morbosa.
Los jefes. No pueden concebir un Mesías que muere, pues el Mesías de Dios ha de salvar al pueblo, ni un elegido abandonado de Dios. Por eso, para ellos, sigue siendo un Mesías impostor como tantos otros. Mantienen y fomentan la idea de un mesianismo triunfante.
Los soldados. Los ejecutores del poder romano no pueden comprender a un rey que no hace nada para defenderse. Ellos saben cómo actuaría un verdadero rey, el César.
Un malhechor. Sigue el ejemplo de los dirigentes y de los soldados. Para él, la incapacidad de Jesús para salvarlos muestra su falsedad de su pretensión mesiánica. En todas las burlas, la idea de “salvación” es la de escapar de la muerte física, y la de Mesías, la de alguien con fuerza y poder político como los poderosos de la sociedad.
El otro malhechor. Reconoce la inocencia de Jesús, mientras que él se reconoce culpable. La muerte de Jesús empieza a dar frutos, las puertas del paraíso quedarán abiertas desde ahora de par en par para todos los que le reconocen como rey, sea como fuera su pasado. El reino de Dios (“el paraíso”), no relegado al fin de la historia, se inaugura con la muerte de Jesús, aquí y ahora: “Hoy estarás conmigo”

La palabras de Jesús en la cruz manifiestan su misericordia y la de Dios, que es uno de los rasgos más resaltados en el evangelio de Lucas. El mensaje de Jesús sobre el amor en la cruz es el momento en que se nos revela más claramente las actitudes para vivir el reino: amor, misericordia, perdón. Los creyentes de la comunidad de Lucas ven en este amor, misericordia y perdón el origen de su vida cristiana, porque nunca es tarde para entrar por el camino del Evangelio. Cualquier día puede ser el “hoy” de la salvación.

La imagen que nos hacemos de Cristo tiene gran importancia, pues condiciona nuestra manera de entender y vivir el Evangelio. De ahí la importancia de tomar conciencia de las posibles manipulaciones y deformaciones, que consciente e inconscientemente, adulteran nuestra fe. Puede que, en lugar de adherirnos a Cristo y escuchar su mensaje, estemos proyectando sobre Jesús nuestros deseos, anhelos y aspiraciones, convirtiendo a Cristo en mero símbolo de nuestra propia ideología al servicio de nuestro interés.

Jesús clavado en la cruz, despojado, perdonando y ofreciendo vida, es la viva imagen de la desacralicen de todos menos del amor y de la vida. No se puede sacraliza la patria, ni la nación, ni el estado, ni el derecho, ni de la democracia, ni la revolución, ni la legalidad, ni la familia, ni a la familia, ni la salud, ni del trabajo,, ni la comunidad, ni la Iglesia…

Pero tampoco podemos burlarnos de ello. Desacralizarlas en el camino recto en nombre de Cristo no es trivializarlas o quitarlos el valor, sino descubrirlas y valorarlas en su justa dimensión. Un rey que establece su reino de vida, justicia y paz a base de su propia sangre. Hay en cruz un mensaje que no siempre escuchamos. Al ser humano se le salva derramando por él nuestra propia sangre y no la de otros. Jesús muerto en la cruz, en actitud de respeto total al hombre, nos desenmascara e interpela a todos. Todavía tenemos un largo camino que recorrer.

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