domingo, 19 de septiembre de 2010

25° DOMINGO DURANTE EL AÑO



PARABOLA DEL ADMINISTRADOR SAGAZ
LUCAS 16, 1-15

Podemos distinguir tres partes:

1-La parábola propiamente dicha.
2- Reacción burlona de los fariseos, amigos del dinero.
3- Réplica de Jesús.

Por otra parte, es necesario tener en cuenta que el pasaje está colocado dentro de las instrucciones que Jesús dirige a sus discípulos para vivir el momento presente, caracterizado por la inauguración del reino aquí y ahora. A lo largo de las instrucciones, tres son los mensajes más reiterativos: 1-es hora de decidirse con urgencia, 2-hay que ser sagaces, o sea, darse cuenta de la situación y actuar con sensatez, 3-cuidado con el dinero.

La parábola nos resulta, a primera vista, sorprender: un administrador que derrochaba los bienes de su amo, y quien su señor le va a quitar el empleo por malversación y mala gestión, ante la imposibilidad de ganarse la vida (“cavar no tengo fuerzas, mendigar me da vergüenza”) opta por hacer un último y sonado derroche, rebajando notoriamente la cantidad que le debía a su amo cada deudor. Así, los acreedores de su amo, muy agradecidos por su generosidad, lo recibirán en su casa una vez que el dueño lo haya despedido. Y concluye diciendo: “El amo felicitó a este administrador de lo injusto por la sagacidad con la que había procedido, pues los que pertenecen a esta mundo son más astutos con su gente que los que pertenecen a la luz”.

Sin duda, los oyentes no esperaban oír este final. Es un toque de atención frente a los deudores y reticentes que no acaban de comprender la Buena Noticia y de aceptar los nuevos tiempos. El mensaje es claro. También ustedes están en la misma situación que este administrador que tiene la soga al cuello. Es hora de decisión. Ante el reino de Dios, presente aquí y ahora, no se puede esperar. El administrador de lo injusto, obrando astutamente, se ha asegurado una vida nueva. Ante la actual situación, el que quiera ser discípulo y gozar el reino de Dios ha de obrar con audacia, decisión y sagacidad. Aquello que se elogia y que Jesús –con gran libertad de espíritu- propone imitar no es el robo, que es más bien censurado, sino la sagacidad con que procedió ese administrador “hijo de este mundo”. “Los hijos de la luz” deben imitar su habilidad, no su deshonestidad.

Nos referimos a la ironía de Jesús. Los seguidores de Jesús no deben ser adustos y, menos aún, antipáticos mensajeros del Evangelio. Es necesario ser imaginativos y tener la capacidad de hacer amigos. Nadie puede negar la pertinencia y la vigencia del consejo. Pensemos en poca alegría, el ánimo siempre dispuesto a la censura y la falta de vivacidad que manifiestan tantos cristianos. La ironía de Jesús consiste en proponer como el modelo de conducta a alguien que ha obra mal; ella permite sacar provecho, incluso, de esa conducta, al hacer más aguda nuestra mirada. El cristiano sabe que se juega mucho, en cada instante, aquí y ahora. Por eso ha de vivir y actuar con tanta audacia y astucia como el administrador de lo injusto.

Sorprende que los discípulos estén llamados a administrar los bienes. Por eso, es necesario dejar todo, para poder entender en otro pasaje evangélico cuando Jesús alaba” al administrador fiel y sensato”; aquí el amo felicita al administrador de lo injusto por la astucia con que ha procedido.

También sorprende al afirmación de que “todo dinero es injusto”, porque siempre es provocador de injusticia. La sorpresa es con la conclusión que saca Jesús después que el amo alabase la conducta de su administrador: “Ahora les digo: Gánense amigos con el dinero injusto, para que cuando se acabe, los reciban en las moradas eternas”. Por un lado, no exige una renuncia absoluta al uso injusto del dinero a pesar de la solemne declaración inicial y del “vendan sus bienes y denlos como limosna”; por otro lado, presupone que los discípulos deben hacer uso de él, si bien no como el mal administrador para ganarse amigos que lo “reciban en su casa” cuando le quiten la administración, sino para ganarse amigos en las “moradas definitivas”. El cristiano debe servirse del injusto dinero, compartiéndolo, para ganarse amigos y moradas eternas, es decir, el reino de Dios.

“ningún criado puede estar al servicio de dos señores: porque o aborrecerá a uno y querer al otro, o bien se apegará a uno y despreciará a otro. No pueden servir a Dios y al dinero”. Entre Dios, que personifica todos los valores del reino (vida, alegría, paz, servicio, fraternidad) y la personificación de la riqueza y de todos los intereses creados y egoístas, no hay componenda. Todo arreglo desemboca, tarde o temprano, en idolatría.

“Oyeron todo esto los fariseos, que son amigos del dinero y se burlaban de Él”. Desde su situación de privilegio se burlan de Jesús tildándolo de utópico y soñador. Son la quintaesencia de la religión, los perfectos observantes. Pero se ha parapetado detrás de un sistema religioso para poder continuar al servicio de un dios dinero. Es el gran peligro de los que se instalan buscando seguridades. Es el gran peligro también de los discípulos y de los cristianos. La burla es una buena vacuna para que el mensaje no nos haga impacto.

Para aprender a vivir de manera nueva, lo primero y verdaderamente decisivo es despertar y atrevernos a ver las cosas tal como son, dándole su verdadero nombre. Es sorprendente con que sencillez desenmascara Jesús nuestras falacias y argucias: “No pueden servir a Dios y al dinero”.

Nosotros creemos ingenuamente que nos servimos del dinero. Jesús nos habla de que servimos al dinero. Pensamos que somos dueños de nuestro dinero y no vemos que es el dinero nuestro dueño y señor. Creemos poseer las cosas y no nos damos cuenta de que las cosas nos poseen. Nuestra sed de poseer de tener siempre más nace sencillamente de nuestra inseguridad. Necesitamos reafirmarnos a nosotros mismos, protegernos ante los demás, asegurarnos el futuro. Pero cometemos una grave equivocación. Cuantas más cosas poseemos y acumulamos a nuestro alrededor, cuanto más deificamos el dinero, más crece nuestra inseguridad y nuestra preocupación.

Hay algo que olvidamos con excesiva facilidad. El mensaje de Jesús obliga a un replanteamiento total de la vida. Quien escucha sinceramente el evangelio intuye que se le invita a comprender, de una manera radicalmente nueva, el sentido último de todo y la orientación decisiva de su conducta. El que toma en serio a Jesús sabe que no puede organizar su vida desde el proyecto egoísta de poseer ilimitadamente siempre más y más sino que ha de aprender a compartir y solidarizarse con los más necesitados. A todos los que viven dominados por el interés económico, aunque vivan una vida piadosa y recta, les falta algo esencial para ser cristianos: romper la servidumbre el poseer que quita la libertad para escuchar y responder a las necesidades de los más pobres. El que realmente tiene el espíritu de pobre no puede seguir disfrutando tranquilamente de sus bienes mientras, junto a él, hay otras personas necesitadas hasta de lo más elemental. Y no podemos, tampoco, engañarnos creyendo que los ricos siempre son los otros. Ciertamente, no es fácil ser discípulo de Jesús, servir a Dios y vivir la solidaridad cuando uno organiza la vida en función de su bienestar personal y familiar exclusivamente, cuando las necesidades propias no terminan nunca, cuando sólo se comparte de lo que nos sobra.
P. Daniel

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