Jesús invita a todos (=a la multitud) por triplicado (vv.26, 27 y 33), a la opción radical por El, a cargar con la cruz y a renunciar a todo; de otro modo, no podrán llegar a ser discípulos suyos.Opción radical por Jesús: La primera condición: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo”.
Se trata de hacer una opción radical por la persona de Jesús y por la nueva escala de valores que El propone. (La antigua, personificada por las relaciones familiares que es necesario superar, es común a toda la sociedad humana). Los valores del Reino deben estar por encima de todo. Quien no hace una opción por la vida que El personifica tendrá que contentarse con una vida raquítica.
Aunque parezca sorprendente, los cristianos somos propensos a desarrollar, con frecuencia, diversos aspectos de la cruz que oscurecen, desvirtúan y hasta olvidan el más fundamental. Así, hay personas que piensan que cargar con la cruz y seguir al Crucificado es buscar pequeñas mortificaciones, privándose de satisfacciones y renunciando a gozos legítimos para llegar al sufrimiento, a una más profunda comunión con El.
Renunciar a todo. La renuncia a todo lleva consigo la renuncia a seguridades, bienes e, incluso, el desprendimiento de afectos legítimos. O sea: disponibilidad plena para el seguimiento y para el Reino; convertir la propia existencia en don y servicio para los otros. El discípulo sólo puede ser tal si está dispuesto a renunciar a todo.
El seguimiento de Jesús no puede depender de un impulso fácil, de un entusiasmo superficial o de una corazonada irreflexiva. La decisión no puede hacerse a la ligera. Jesús nos invita a elegir lo mejor. Pero no obliga, sólo ofrece. Y con claridad habla de los costos. ¡Quien tenga oídos para ori, que oiga!
P. Daniel Silva
SER DISCIPULO
tirando más o menos como hasta ahora,
manteniendo el equilibrio prudentemente,
justificando mis opciones dignas,
diciendo sí cuando todo es a medias.
Pero también puedo ser…discípulo.
Quiero ser dueño de mi vida,
no renunciar a mi libertad,
gozar de tantas cosas buenas,
entregarme a los míos,
y tener esa serena paz del deber bien cumplido,.
Pero también puedo ser…discípulo.
Puedo cargar con mi cruz, quizá la tuya;
también complicarme la vida
y complicársela a otros con osadía,
hablar de la buena noticia y soñar nuevas utopías.
Pero también puede ser…discípulo.
Anhelo hacer proyectos,
proyectos vivos y sólidos
para un futuro solidario,
deseo ser eficaz, acertar,
dar en el calvo y ayudar.
Pero también puedo ser…discípulo.
Soy capaz de pararme y deliberar,
escuchar, contrastar y discernir,
escuchar, a veces, me refugio en lo sensato,
otras, lanzo las campanas al vuelo
y parece que rompo moldes y modelos.
Pero también puedo ser…discípulo.
No siempre acabo lo que emprendo,
otras arriesgo y no acierto
o me detengo haciendo juegos de equilibrio;
me gusta apuntarme a todo
y dejar las puertas abiertas, por si acaso.
Me asusta tu oferta.
Pero también puedo ser…discípulo.
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