domingo, 5 de septiembre de 2010

23° DOMINGO DURANTE EL AÑO

CONDICIONES PARA SER DISCIPULO
Lucas 14, 25-33


Jesús invita a todos (=a la multitud) por triplicado (vv.26, 27 y 33), a la opción radical por El, a cargar con la cruz y a renunciar a todo; de otro modo, no podrán llegar a ser discípulos suyos.

Opción radical por Jesús: La primera condición: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo”.
Se trata de hacer una opción radical por la persona de Jesús y por la nueva escala de valores que El propone. (La antigua, personificada por las relaciones familiares que es necesario superar, es común a toda la sociedad humana). Los valores del Reino deben estar por encima de todo. Quien no hace una opción por la vida que El personifica tendrá que contentarse con una vida raquítica.


La opción por Jesús es el único absoluto del discípulo: ni padres, ni mujer, ni hijos, ni hermanos, ni por la propia vida es lo fundamental. Esto no significa despreocupación por lo anteriormente dicho, sino saber situarlo y valorarlo a la luz de la decisión por Jesús. El discípulo ha de preferir a Jesús por encima de todo. Todas las otras realidades adquieren su verdadera dimensión y valor desde Jesús. No se trata de un “consejo evangélico” para un grupo de cristianos esforzados seguidores. Es la condición indispensable para todo discípulo. Las palabras de Jesús son claras y rotundas.

Cargar la cruz. Esta la segunda condición es consecuencia de la anterior. La cruz es criterio decisivo para verificar todo lo que merece llamarse cristianos. Y cuando se olvida, el cristianismo se aburguesa, se diluye y pierde su fuerza.
Aunque parezca sorprendente, los cristianos somos propensos a desarrollar, con frecuencia, diversos aspectos de la cruz que oscurecen, desvirtúan y hasta olvidan el más fundamental. Así, hay personas que piensan que cargar con la cruz y seguir al Crucificado es buscar pequeñas mortificaciones, privándose de satisfacciones y renunciando a gozos legítimos para llegar al sufrimiento, a una más profunda comunión con El.

Hay otras para quienes llevar la cruz es aceptar las contrariedades de la vida, las desgracias o adversidades. Pero el evangelio no habla de esos sufrimientos. Sin duda hemos de valorar el contenido cristiano de saber aceptar “el lado oscuro y doloroso” de la vida, pero si queremos descubrir el sentido original de la llamada de Jesús hemos de recordar qué fue para El llevar la cruz.

El cristiano tiene que estar preparado para afrontar el conflicto, el rechazo y la agresión de la sociedad que tan segura se muestra de sí misma. Quien no esté dispuesto a aceptar el fracaso a los ojos de los hombres, o quien evita el conflicto a toda costa, es mejor que no se apunte, viene a decirnos este pasaje evangélico. Uno debe ir por el mundo como Jesús, no buscando seguridades sino llevando a cuestas la suerte de los marginados y excluidos: no buscándose cruces sino “detrás de marginados”, o sea, siguiéndole y pro-siguiendo su causa. El seguimiento de Jesús es una aventura arriesgada, de carácter privado y público, que conlleva cargar con la cruz, que es algo privado y público. Es el mismo camino de Jesús.

Renunciar a todo. La renuncia a todo lleva consigo la renuncia a seguridades, bienes e, incluso, el desprendimiento de afectos legítimos. O sea: disponibilidad plena para el seguimiento y para el Reino; convertir la propia existencia en don y servicio para los otros. El discípulo sólo puede ser tal si está dispuesto a renunciar a todo.

Optar por el Reino: asumir todo los riesgos. Ser discípulos conlleva una vida llena de riesgos. Por eso esas dos comparaciones intercaladas (v. 33) que son un toque de atención. Antes de dar un sí, que va a cambiar y orientar toda nuestra vida, hay que examinar con clama los pros y contras y decidir en consecuencia. Calcular los gastos es un elemento de todas las invitaciones a entrar en el Reino. No se puede actuar por simples impulsos. Hay que reflexionar, ponderar, examinar nuestra realidad personal. No se construye como es debido ni se combate con posibilidades de éxito sin no se conocen los propios afectivos.

El seguimiento de Jesús no puede depender de un impulso fácil, de un entusiasmo superficial o de una corazonada irreflexiva. La decisión no puede hacerse a la ligera. Jesús nos invita a elegir lo mejor. Pero no obliga, sólo ofrece. Y con claridad habla de los costos. ¡Quien tenga oídos para ori, que oiga!

P. Daniel Silva

SER DISCIPULO

Podría seguir así,
tirando más o menos como hasta ahora,
manteniendo el equilibrio prudentemente,
justificando mis opciones dignas,
diciendo sí cuando todo es a medias.
Pero también puedo ser…discípulo.

Quiero ser dueño de mi vida,
no renunciar a mi libertad,
gozar de tantas cosas buenas,
entregarme a los míos,
y tener esa serena paz del deber bien cumplido,.
Pero también puedo ser…discípulo.

Puedo cargar con mi cruz, quizá la tuya;
también complicarme la vida
y complicársela a otros con osadía,
hablar de la buena noticia y soñar nuevas utopías.
Pero también puede ser…discípulo.

Anhelo hacer proyectos,
proyectos vivos y sólidos
para un futuro solidario,
deseo ser eficaz, acertar,
dar en el calvo y ayudar.
Pero también puedo ser…discípulo.

Soy capaz de pararme y deliberar,
escuchar, contrastar y discernir,
escuchar, a veces, me refugio en lo sensato,
otras, lanzo las campanas al vuelo
y parece que rompo moldes y modelos.
Pero también puedo ser…discípulo.
No siempre acabo lo que emprendo,
otras arriesgo y no acierto
o me detengo haciendo juegos de equilibrio;
me gusta apuntarme a todo
y dejar las puertas abiertas, por si acaso.
Me asusta tu oferta.
Pero también puedo ser…discípulo.
Ulibarri, Fl

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